El presidente de Yrichen barrunta un aumento de los problemas derivados por el confinamiento y la crisis económica. Las adicciones tecnológicas y a sustancias, su principal temor. La ONG logró mantener su actividad tirando de videoconferencias.
A la crisis sanitaria le acompaña desde hace un tiempo, y lo seguirá haciendo, una crisis social. En Canarias varias oenegés luchan para evitar la caída en barrena de personas que, por circunstancias de la vida, se ven atrapadas en una espiral de destrucción. En esta tesitura de lucha encomiable está en Gran Canaria la fundación Yrichen, una entidad sin ánimo de lucro que muchos asocian, indefectiblemente, con la figura del párroco Jorge Hernández Duarte. Sobre el panorama que ya nos ha llegado, el que estar por venir y los riesgos derivados de la #pandemia diserta en esta entrevista.
¿Cómo está de salud Yrichen?
Seguimos funcionando como una ONG, buscando fondos propios para autofinanciarnos y trabajando con todo lo que tiene que ver con la responsabilidad social corporativa. De momento, no nos podemos quejar. Tras la crisis de 2008 tuvimos un apoyo de la administración pública. Eso se ha mantenido.
¿Que nivel de autofinanciación tienen y a cuánta gente atiende?
Con la autofinanciación llegamos a estar en un 33% y ahora ha bajado al 15%. La idea es alcanzar al menos el 25%. No va a ser fácil. En cuanto al volumen de trabajo, creo que tenemos entre 1.700 y 1.800 usuarios a día de hoy.
Ustedes, que ya tenían poco, se levantan en marzo y de repente ven un país paralizado. ¿Cómo reaccionan?
Hicimos un cambio radical con el estado de alarma. Aceleramos el proceso, montamos un sistema de seguridad interior y logramos no interrumpir las consultas.
Suena a milagro…
Tiramos de las nuevas tecnologías y nos sorprendió que no se diera esa famosa brecha digital. Implantamos la atención por teléfono y videoconferencia y así mantuvimos el contacto con casi todo el mundo: psicólogos y trabajadores sociales con usuarios. Ahora estamos realizando un cuestionario de satisfacción.
Pero ustedes ofrecen más cosas en La Pardilla…
En La Pardilla y en otros sitios, así es. Tenemos proyectos con jóvenes para guiarlos en el uso correcto de las nuevas tecnologías. Ese es el de ‘Ayudantes TIC’, en los institutos. Ese es verdad que se tuvo que parar. También el de la comunidad terapéutica en la cárcel, y sobre los talleres presenciales, pues lo mismo. Además, tenemos un centro de atención en El Tablero, un proyecto con menores que tienen medidas judiciales impuestas, y luego está la atención sicológica, el centro de día, el piso tutelado…
Y ahí tuvieron problemas…
Los talleres sí se suspendieron y se montaron unas webinars para la formación. Tuvimos buena respuesta. El piso de acogida sigue; no íbamos a dejar a la gente en la calle. Ahora bien, las nuevas entradas se tienen que llevar a cabo de una manera muy lenta.
Vamos, que se han adaptado.
Eso hemos intentado hacer. Tuvimos un taller de makers, con jóvenes preparando viseras que repartimos.
Se me pasa por la cabeza que el perfil del usuario de Yrichen puede empezar a cambiar por varios motivos: se pierden los ingresos y aparecen vías de escape nocivas. Entre ellas, la adicción tecnológica por culpa del confinamiento…
Puede que se vaya a dar ese caso, pero aún no nos han llegado esos nuevos perfiles. Lo que sí ha aumentado, curiosamente, es que se ha incoporado mucha gente a nuestros proyectos de atención.
¿Cuánto es «mucha gente»?
40 personas en dos meses. Piden tratamiento porque han comenzado a tener problemas de consumo de sustancias. Ya estamos prevenidos por lo que va a llegar después.
¿Qué están haciendo?
Para empezar, una radiografía. A través de la asociación de entidades del mundo de la asistencia social estamos tratando de averiguar qué incidencia ha tenido el confinamento en los problemas de adicciones. Yo tengo una percepción, pero lo propio es contar con estadísticas. Y en esa misma línea estamos realizando también otra encuesta sobre el uso de las nuevas tecnologías. Mucha gente nos llama y nos pregunta sobre la adicción a las pantallas. Ha aumentado de manera significativa. Finalmente, tenemos otra percepción, y es que se han incrementado las llamadas por problemas de maltrato, el consumo de alcohol ha ido a más y también el de pastillas pero, ya le digo: es una impresión y nos gustaría contar con datos.
No tiene pinta de que la situación vaya a ir a mejor…
En esto que estamos hablando, las consecuencias de lo que hemos pasado las empezaremos a ver en un par de meses. Cuando te llega la gente, te cuenta lo que le pasa y sus angustias y en muchos casos esto acaba en ansiedad y estrés. En el mundo de las adicciones, ese panorama de pérdida de ingresos es un peligro: hay escasa capacidad de resistencia por la angustia.
¿Siguen llegando casos al centro? Me refiero de manera presencial.
La gente ahora nos pide cita y los tratamos. Además, los profesionales que trabajan en Yrichen llaman por teléfono a los usuarios que están a su cargo y le hacen un seguimiento. Yo pensaba que al tener que parar la atención directa tendríamos un problema, pero al final la respuesta al recurso tecnológico ha sido muy interesante, aunque sea en la distancia. La gente se ha sentido acompañada y se ha mostrado agradecida. Nos parecía importante no dejarlos tirados.
Seguro que por la cabeza se le ha pasado ya un cambio de escenario. Hablo del tipo de consumo de drogas.
Las crisis pueden llevar a determinados tipos nuevos de consumo. La situación vivida ha obligado a cambiar determinados tipos de hábito. Yo tengo claro que hay cosas que van a cambiar. Antes de 2008, la ‘reina’ era la cocaína y luego hubo un repunte de heroína. Esta ‘nueva normalidad’ nos va a traer cambios, social y económicamente hablando. Es otro escenario y habrá que ver por dónde nos va a surgir el problema y, además, estar preparados por si nos van a tocar recortes. Aparentemente, la tendencia del Gobierno es la de no reducir en Educación y Sanidad y esperamos estar dentro de ese arco. Además de eso, queremos que existan posibilidades y lanzar proyectos que atiendan los problemas que surjan.
¿Qué problemas específicos, desde el campo de atención de Yriehcn, puede haber motivado el encierro?
En el juego online puede que se hayan dado muchos. Estamos intentando averiguar por dónde van los tiros. Otro asunto: también ha aumentado la compra de alcohol, aunque es cierto que los bares estaban cerrados. Con el tema del teletrabajo y la educación de los menores a distancia, nosotros ya llevábamos años enseñando en los institutos a hacer un uso responsable de las nuevas tecnologías y a dar claves para detectar posibles usos adictivos.
¿A los padres?
A los dos. A los padres y a los hijos.
Toca preguntar por el futuro tras y con el coronavirus. ¿Qué va a pasar?
Soy hombre optimista y creo que hay cosas que han venido para quedarse y tendremos que aprender a convivir con ellas. Me preocupa que no sepamos aprender la lección. Hay que cambiar hábitos y el trato a la Naturaleza porque esta va respondiendo a la agresión que le hemos hecho y le seguimos haciendo. Luego hay otro asunto sobre el que reflexionar. Hay que cuidar lo público: la Educación, la Sanidad… Es otra enseñanza que nos deja esta dura experiencia. Y una cosa más, que no me quiero dejar atrás: siento una vergüenza increíble porque el Congreso de los Diputados no ha estado a la altura y no ha sido capaz de dar una respuesta al problema. En Canarias y en muchos ayuntamientos sí que he visto otro talante. Al margen de la actitud política, he notado que el mundo de los más empobrecidos sí se tiene en cuenta, el de los más vulnerables.