Psicólogo de Atención a las Adicciones en Yrichen, reconoce que la situación vivida provoca mucha incertidumbre sobe el futuro. Durante el confinamiento, el centro batió un récord: realizó 1.193 consultas telemáticas con sus usuarios.
Píntenos un primer boceto del trabajo que saca adelante Yrichen…
Bueno, pues llevamos ya 31 años trabajando y disponemos de más de 7.000 expedientes personales. Además de casos individuales, también atendemos familiares y parejas. En activo, de esos 7.000 tendremos un 1.700 que a su vez se dividen entre menores y adultos y pasan por los centros de Telde y El Tablero.
Y usted trata cuestiones alusivas a adicciones…
Así es, y ahí habría que distinguir dos programas bien distintos: el de mantenimiento con metadona, para personas que han tenido adicción a la heroína o derivados de lo opiáceos, y luego el llamado PLD, el Programa Libre de Drogas, que se atiende con psicoterapia.
En pleno confinamiento, me imagino que pocas consultas personalizadas. ¿Cómo lo hicieron?
Tiramos de las nuevas tecnologías. En mayo, durante el estado de alarma, sólo en Telde mantuvimos 1.193 consultas telemáticas.
¿Cómo se puede llevar semejante ritmo?
En mi caso, veía a través de videollamadas o videoconferencias a una media de cinco personas diarias, con charlas de 45 minutos. A veces eran encuentros con grupos de 3 a 5 personas, de 90 minutos. Y a todo eso hay que añadir posibles reuniones programadas.
¿Esa fue la forma de adaptarse a la nueva realidad? ¿Tirar de las nuevas tecnologías?
Desde hace tiempo, desde la dirección de la Fundación se venían haciendo esfuerzos para adaptarnos a las nuevas tecnologias y poder intervenir con ellas. Ya se hacían antes y era lo más atípico. Casi todo el mundo prefería lo presencial, pero cuando llegó la pandemia la gente se ‘vino muy arriba’ y dijo que teníamos que seguir atendiendo. Sabíamos de la existencia de mucha gente sola, con escasos vínculos familiares y precariedad laboral, y nos adaptamos para llegar al máximo número de ellas.
¿Qué tal fue la acogida al nuevo procedimiento?
Primero hubo mucha gratitud y luego, cierta pesadez por las dificultades técnicas, por padecer malas conexiones o no manejar el medio, pero me sorprendía la gran gratitud que mostraban los usuarios. Sentían que no habían sido abandonados a su suerte. Junto a eso, hay una serie de cuestiones que están en el aire, como es el tema de la confidencialidad y privacidad que puedas tener en una charla a distancia. Es algo que ni siquiera podemos garantizar y pensábamos que tendría desventajas, pero tiene sobre todo virtudes. Creo que el recurso de las nuevas tecnologías es cada vez menos el ‘hermano pobre de la terapia individual’.
Se me viene a la cabeza un problema. ¿Cómo se atiende en la distancia a alguien que necesita metadona?
Con los usuarios que tienen un tratamiento de ‘take off’ intentamos alargar todo lo posible el tiempo sin tener que venir a por una dosis. Dimos tratamientos por dos semanas a quien veíamos en condiciones de poder seguir una disciplina. También seguimos atendiendo con cita previa y mascarilla a quien necesitaba venir al centro. Fragmentamos la asistencia.
Con la metadona yo creo que todos o la inmensa mayoría de nuestros usuarios acudieron de una manera u otra. Los casos se fueron valorando uno a uno y también nos ayudamos de personas responsables. En el programa libre de drogas, mucha gente no tenía herramientas para hacer videoconferencias, por lo que tiramos de teléfono. También hubo gente que prefería no tener asistencia durante este periodo.
¿Han notado en Yrichen algún aumento en la demanda tras el confinamiento?
A nivel sensible, no hemos notado muchos cambios en lo que al consumo se refiere en la etapa prepandémica. Los que consumían esporádicamente lo han hecho más o menos igual. Y lo mismo se puede decir de los consumidores más asiduos. Los que estaban abstinentes, por su parte, parece que se han mantenido.
¿No han habido cambios?
A ver, sí hemos notado que en el caso de personas que tenían una estructura de las personalidad más vulnerable, sus síntomas o patologías se pueden haber agudizado. Hablo, por ejemplo, de gente con tendencia a la desconfianza o a la suspicacia. Ven cómo estaba el caudal informativo en la televisión y lo que en ella se cuenta y con el encierro empiezan a plantear cuestiones como que el virus ha nacido aposta. También se han dado casos de gente agresiva que ha tenido estallidos, sobrepasada por la situación y con síntomas de depresión. Algunos lo resuelven con el consumo. Con eso buscan gestionar su angustia.
¿Nos estamos enfentando ya a un nuevo perfil de consumidor de sustancias o de problemas de adicción?
He leído información dispar en lugares como Galicia o Barcelona. Aumentos, bajadas… Nosotros todavía no hemos notado nada y digo todavía porque es demasiado pronto para saber si la situación puede cambiar o no de aquí a unos meses. Hay un ‘queme’ en casi todas las personas, con momentos muy difíciles, con episodios críticos. Estamos aún debajo de la ola, siendo removidos, y aún el mar no es tan calma.
Se habla también de una nueva crisis económica y social. ¿De qué manera nos puede cambiar ahora este hecho?
Desde antes del confinamiento ya hacíamos una revisión exhaustiva de nuestra manera de atender al usuario. Especialmente, con los recursos educativos. Ya estábamos, incluso, rediseñando nuestro centro de día. Ahora mismo, estamos intentando adaptar el recurso por si hubiera un rebrote o por si, estando aquí, entre los ocho usuarios del centro se diese un contagio. La idea es habilitar un cuarto aislado. Tenemos el ojo puesto en la crisis sanitaria y somos conscientes de que toda esa parte de la crisis económica está por venir. Queremos seguir haciendo acompañamiento, disponer de un área de prevención para atender los casos y asumir que cada vez llegan más casos de ludopatías.
Otro panorama preocupante es el financiero. ¿Podrá el centro mantener servicios?
Creo que sí. En cierto sentido, podemos salir hasta fortalecidos porque ahora, más que nunca, servicios como el nuestro son más necesarios. Cuando las personas están mal, hacen falta recursos para que vuelvan a estar bien. Y el nuestro consigue eso. Debemos estar disponibles para la sociedad.
¿Qué balance personal hace de la experiencia vivida en este tiempo?
Me ha alegrado el empuje que todo el equipo ha tenido para intentar estar a la altura, pero temí, después del tiempo transcurrido, que nos pasase factura. Me siento muy satisfecho de haber hecho lo mejor. Sigue siendo, con todo, un proceso agotador y extenuante. Por otro lado, desde el punto de vista técnico y a nivel telemático, he de decir que no me apetecía, pero tengo que ser agradecido porque gracias a esto he podido atender a los usuarios y hasta se han puesto en marcha grupos terapéuticos.